POR JULIE LOUNDS TAYLOR / 16 DE MAYO DE 2017
La mayoría de los padres quieren saber qué le depara el futuro a sus hijos. Los padres de niños con autismo no son una excepción. Hace una década, teníamos pocos conocimientos que ofrecer a estos últimos, especialmente cuando pensamos en la transición a la edad adulta.
Sin embargo, desde entonces los investigadores han documentado algunos de los desafíos que enfrentan los adultos jóvenes con autismo en el camino hacia obtener una educación postsecundaria o para encontrar trabajos satisfactorios. Sus estudios han puesto de relieve la escasez de servicios para las personas con autismo después de que dejan la escuela secundaria.
Todavía hay mucho que no sabemos sobre los adultos jóvenes con autismo, incluida la mejor manera de medir su éxito en varios ámbitos y los beneficios psicológicos del empleo o la amistad. La identificación de predictores de felicidad y satisfacción para los adultos con autismo puede orientar el desarrollo de los servicios e intervenciones que mejoren la calidad de vida de esta población.
Mis colegas y yo hemos avanzado en un aspecto de este vasto tema. Examinamos cómo las personas con autismo navegan por el cambio en las circunstancias sociales que se produce cuando dejan la escuela secundaria.
Hemos descubierto que no todos muestran signos claros de caer por un precipicio social. A los que les va mejor son los que participan en actividades organizadas en la escuela secundaria.
Estabilidad social:
Mis colegas y yo comenzamos nuestro estudio de participación social en recién graduados de la escuela secundaria en 20151. Como parte de ese estudio, analizamos si los cambios en la participación siguen los llamados "síntomas de internalización", como signos de ansiedad o depresión.
Observamos dos tipos de participación social en un grupo de 36 personas con autismo entre las edades de 18 y 22 que estaban en su último año de escuela secundaria. Un tipo de interacción fue informal (tiempo no estructurado con compañeros) y el otro involucró actividades estructuradas, como reunirse en una iglesia o jugar en un equipo deportivo.
La mayoría de los participantes en la escuela secundaria no pasaron mucho tiempo en interacciones no estructuradas: quince de ellos (42 por ciento) nunca pasaron tiempo libre con personas de la escuela o el trabajo durante el año pasado, y trece nunca habían socializado con amigos o vecinos.
Descubrimos que después de dejar la escuela secundaria, 21 de los 36 dedicaron incluso menos tiempo a participar en actividades sociales estructuradas que antes. Otros ocho individuos no cambiaron en su participación en actividades estructuradas, y los siete restantes participaron más que antes. Casi el doble de jóvenes (diecisiete frente a siete) aumentó la cantidad de tiempo no estructurado que pasaban con amigos, compañeros de trabajo, compañeros de clase u otros compañeros.
Por lo tanto, nuestros datos no confirman la suposición de que los jóvenes con autismo experimentan universalmente un creciente aislamiento social luego de haber terminado la escuela secundaria.
Nos gustaría comprender mejor las características de los jóvenes que se vuelven menos, en lugar de más, socialmente aislados después de la escuela secundaria. No sabemos, por ejemplo, si los que participan más después de salir de la escuela son los mismos que logran realizar una transición exitosa al trabajo o la educación postsecundaria.
Efectos emocionales:
Los jóvenes con autismo que obtienen una puntuación alta en las medidas de internalización de los síntomas tienden a participar en menos actividades sociales estructuradas y no estructuradas después de dejar la escuela secundaria que aquellos que obtienen una puntuación baja en esas medidas. Esto apunta a la necesidad de apoyos adicionales para los adolescentes con autismo que también tienen ansiedad o depresión.
El aumento del aislamiento social podría dificultar que estos jóvenes obtengan y mantengan un trabajo o permanezcan en la escuela. A medida que aprendamos más sobre las afecciones psiquiátricas entre las personas con autismo, será importante también investigar qué apoyos necesitan para hacer una transición exitosa a la edad adulta y cómo estas afecciones los afectan como adultos.
Nuestros datos sugieren que participar en menos actividades sociales no estructuradas durante la escuela secundaria se asocia con más problemas de salud mental después de la graduación, aunque este hallazgo no es estadísticamente significativo.
También encontramos que los jóvenes con autismo que pasan tiempo participando en clubes y deportes de equipo tienden a mostrar una disminución menor, y en algunos casos, un aumento mayor, en la participación social no estructurada después de terminar la escuela secundaria. Este resultado es estadísticamente significativo.
Oportunidad de tratamiento:
Puede ser que los lazos sociales fomentados durante estas actividades estructuradas preparen mejor a estos jóvenes para desarrollar relaciones en la edad adulta.
Esto revela una oportunidad de tratamiento: los adultos deben alentar y facilitar dicha participación entre los estudiantes de secundaria con autismo. Además de unirse a equipos deportivos y a grupos de iglesias, estos estudiantes podrían participar en obras de teatro escolares o unirse a clubes extracurriculares. Es difícil enseñar la gama de habilidades necesarias para las amistades y mucho más fácil crear oportunidades para una participación social estructurada.
Sabemos que este período de transición afecta a algunas personas con autismo de manera diferente que a otras. Los cambios que experimentan los adultos jóvenes con autismo durante este tiempo no parecen tener implicaciones uniformes para su salud mental o calidad de vida.
Debemos dar seguimiento a este trabajo con estudios más amplios que puedan captar la diversidad de sus necesidades y habilidades. Esa información puede ayudarnos a crear programas de apoyo para los problemas emocionales y prácticos que enfrentan estas personas durante este tiempo.
Julie Lounds Taylor es profesora asistente de pediatría y educación especial en la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee.
REFERENCIAS:
Lounds Taylor J. y col. Autism Res. 10, 663-672 (2017) PubMed
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